Londres se despierta a 15 grados. Es una temperatura bastante cálida, especialmente para estar en noviembre. Claro que con el desajuste del clima quién se atreve a definir la normalidad. Aterrizamos, pasadas las diez y media de anoche, en Stansted, al noreste de la capital británica. El vuelo desde Málaga, tres horas menos algo, resultó tranquilo, a la postre casi el mejor calificativo que se puede dedicar a una compañía de bajo coste.
Tren hasta la City, autobús, y a dormir en un hostel de Queensway. Somos dos y, tras confirmar la reserva hecha por internet un par de semanas atrás, nos dirigimos desde la sala de recepción hacia el cuarto casi por inercia. Estamos solos, tenemos baño propio.
Hoy es sábado. Madrugón. Metro Central Line, hasta la estación de Liverpool Street, donde acabamos de subirnos al National Express de las 7:58 con destino a Cambridge. Me ha tocado ventanilla, no está mal por 30’50 libras, ida y vuelta. Miro al andén 16, donde mañana estaremos a las 13:15. La excursión va a ser corta, el avión vuelve a España a las 16:50. Son las ocho, a las nueve y media estaremos caminando por Station Road, directos al centro de la ciudad y a los colleges. Cambridge es bonita, fascina su parque ciclista y su paisaje bucólico. Agua, campo y Universidad constituyen un cuadro de belleza supina. Tenemos que visitar el jardín botánico y subir por Trumpington Road hasta el museo Fitzwilliam. Si hay tiempo, también pasaremos por el de arqueología clásica.
Antes de comenzar el recorrido por las facultades deberíamos desayunar. Me gusta The Anchor, entre Silver Street y Laundress Lane. Es un pub inglés tradicional, con ales artesanas y contundentes platos continentales. Si no llegamos a tiempo al desayuno, creo que pediré un brunch. Del Anchor, al Queens’ College, un edificio del Siglo XV, dotado de un encanto a media distancia entre lo anciano y lo eterno, que no nos dejan visitar por ser horario lectivo. Probaremos suerte en el Trinity, fundado por Enrique VIII cien años después. Tampoco hay suerte. Pese a todo, conservamos la fe. Estamos frente a la entrada principal de la capilla del King´s College, qué maravilloso era el gótico. Nos perdemos entre la luz desplegada por las vidrieras, apenas si hemos accedido al recinto y ya queremos postular al coro. ‘Ladies and gentlemen’, la voz del bedel llamando a filas no saca del letargo, miramos al riachuelo y sin hablar nos ponemos de acuerdo: vamos a dar un paseo en barca.
Después de 45 minutos navegando por el corazón de la Universidad de Cambridge se despierta el apetito. Tomamos una merienda ligera, porque hemos reservado mesa en The Eagle para la cena, a la que acudiremos después de quemar dinero en el Cambridge Market y visitar el Jesus College. Con esos jardines y la historia que respira cada centímetro de estos edificios centenarios: ¿quién no estudia?.
Cumplidas las diez de la noche, manda el cansancio; aunque todavía hay tiempo para pasarse por el Fez Club. Ambiente agradable, buena música, precios razonables. Dormimos en el Hamilton Lodge. Mañana volveremos a la realidad. Ahora, el revisor anuncia la partida del tren.
Por Jesús Peña.