El periodismo es una profesión bastante joven, aunque sin ella resultaría imposible entender la organización y funcionamiento de la sociedad contemporánea. El tardío florecimiento de la prensa, como estructura laboral organizada, guarda poca relación con el poder capital que adquirió, desde temprana edad, en la gestión de la rutina ciudadana y en la implementación de la urbanidad como estilo de vida.
Hablar de periodismo es hablar de periódicos, por mucho que en estos días se hallen inmersos en la nada grata tarea de redefinir significante y significado en la sociedad ante el crecimiento de los formatos audiovisuales y la cultura de la gratuidad online. Y hablar de periódicos es, por supuesto, hablar de The Times: coloso de las letras que el primer día de 1785 se irguió para demostrar que el rigor y la ética podían constituirse en signos distintivos de una profesión tentada por la política y maleable ante el color del dinero. Doscientos y algunos años después poco queda de aquella carta deontológica que, de la mano de editores como Thomas Barnes, inspiraron a numerosas generaciones de redactores. Doscientos y algunos años después es difícil escaparse del sendero del mercado, sobre todo si utilizas Murdoch como imagen marca.
Sin embargo, pese al giro amarillista impregnado por el magnate australiano, sólo el Times de Londres sigue teniendo la fuerza para cambiar el curso de la historia. Desde su aparición, primero como The Daily Universal Register y en 1788 ya con The Times en su cabecera, el diario británico ha sido la mejor crónica de la evolución de la humanidad. Insufló el movimiento de los Quality Papers, fue el primer periódico en tener corresponsables (W.H. Russell, en la Guerra de Crimea), dio origen a la familia tipográfica Times y en breve dará a luz al primer diario para iPad: The Daily. Asimismo, está encabezando la revolución de la prensa escrita mediante un cartel de medidas bastante ambicioso, algunas incluso arriesgadas, como la decisión de cobrar por acceder a los contenidos en la web, movimiento que a corto plazo le ha costado casi el 90% de sus lectores.
DE LORD NORTHCLIFFE A MURDOCH
Las riendas de The Times han sido siempre asidas por figuras influyentes. Los dos grandes: Alfred Harmsworth, alias Lord Northcliffe, y Keith Rupert Murdoch. El Napoleón de la Prensa, periodista y escritor irlandés, murió en 1922 dejando un imperio; Murdoch, dueño de News Corporation, es actualmente el Magnate, con mayúscula, de la comunicación.
Su ideología conservadora le reportó gran poder en el Reino Unido con Margaret Thatcher y Tony Blair y su visión comercial reviste de éxito casi todas sus empresas. La “huella Murdoch” es visible en todos los productos que salen de News Corp. Y The Times no iba a ser una excepción. La parte positiva es la evolución permanente, la negativa: la comercialización de una marca de confianza, el hundimiento del buque insignia del periodismo en la tabloidización.
Por Jesús Peña.