A lo largo de la Historia, siempre ha existido una especie de artistas geniales, inconformistas, provocadores, visionarios, irreverentes, insobornables ante el poder, la religión, las ideologías, las finanzas, cuya aproximación a algo excelso, a una verdad absoluta e irrevelable, ha sido tanta, que la muerte ha tenido que aparecer de improviso para truncar ese incontrolable flujo de creatividad, que amenazaba desvelar, ¿quién sabe?, algún misterio o arcano. Es el caso de Mozart, García Lorca, Lennon, Rimbaud, las hermanas Bronté, y un largo etcétera. Es el caso de Pier Paolo Pasolini.
Un intelectual que continuamente arremetía contra los ‘ismos’ (catolicismo, marxismo, fascismo, capitalismo, etc.) no podía llegar a viejo: a los 53 años, hace ahora treinta y cinco, en plena madurez creativa, un asesinato, aún no aclarado del todo, truncó la vida de este genial artista. Un intelectual que flageló a su propio partido, el comunista, a la iglesia, desde su posición de ateo visceral, al poder, con sus escritos, su cine hiperrealista, sus declaraciones valientes, su postura comprometida.
Pasolini fue un testigo lúcido de su tiempo. Nunca transigió con lo convencional; su cine estaba desprovisto de truculencias y modas, su pensamiento ensayístico fluía ajeno a las corrientes y consideraciones de la época, sus novelas reflejaban la situación mísera de los marginales, la vida con toda su crudeza. Toda su obra es un torrente puro en defensa de la cultura popular mediterránea, que él amaba. Capaz de conmover y escandalizar, su cine refleja, como el de nadie, la vida tal cual es, con sus obscenidades, su simplicidad, su violencia, su radicalidad.
Es lógico preguntarse cómo habría Pasolini interpretado hoy, si hubiese vivido, este mundo globalizado, cargado de violencia, enfrentamientos raciales y religiosos, y regido por un capitalismo atroz, al amparo de las nuevas tecnologías y de las superpotencias económicas. Un mundo muy distinto al que él vivió. Desde luego, lo habría hecho con la visión profética que le caracterizó, con el sentido de compromiso hacia la realidad y con la provocación que utilizó para zarandearnos y sacarnos de nuestra comodidad burguesa. Pasolini sigue siendo un poderoso faro para guiar a intelectuales perdidos o confundidos.
Por Antonio Gómez Hueso