Julián es un enfermero en el Madrid de la actualidad; Amelia es una de las primeras universitarias del país; Alonso de Entrerríos, un valiente y leal soldado de los tercios de Flandes. Los tres protagonistas de ‘El Ministerio del Tiempo’ forman una patrulla de funcionarios que deben atravesar las puertas del tiempo para hacer que la Historia española siga el curso natural de los acontecimientos.
Pongámonos en situación: Lope de Vega comienza a recitar unos versos de uno de los poetas de su siglo que más le influenció, Ludovico Ariosto, mientras desliza su mano sobre la pierna de Amelia, que embelesada, continúa: No consientes que cruce el vado claro / y al más ciego y mayor fondo me arrojas: / dictas que a quien desea mi amor desame, / y a aquel que me odia más, que adore y ame. Hasta aquí todo normal. Lope sin perder la oportunidad de seducir es algo que esperábamos. En eso que entra en escena Julián, también funcionario del Ministerio del Tiempo y compañero de Amelia. «A ver Lope, una cosita». Sonrío. Julián, que en esa misión ejerce de marido de una de las primeras universitarias de España, advierte al dramaturgo; este le aclara que simplemente comparten su amor «por las letras». Y sí, ahora Julián, señalando con su dedo índice, recita: «No sé si estoy en lo cierto / lo cierto es que estoy aquí / otros por menos se han muerto / maneras de vivir». Joder, eso me suena. Espera, espera. Pongo el vídeo en pausa. Pienso. ¿Leño? ¿Lope de Vega feat Rosendo? No puedo parar de reír y ver el clip una y otra vez. En menos de dos horas, ya soy ministérico.
La fórmula de ‘El Ministerio del Tiempo’, serie de Televisión Española que cuenta ya con cuatro temporadas, parece sencilla pero implica ciertas complicaciones. A la suma de rigurosidad histórica y aventuras, se unen los guiños constantes a la cultura pop. Un cóctel que no solemos tomar muy a menudo con las ficciones nacionales. Y otra de las claves en el éxito de la serie de los hermanos Olivares (creadores también de ‘Isabel’ y ‘Victor Ros’) es el fenómeno fan, los ministéricos, una corriente de seguidores que hasta ahora no se había visto en el panorama televisivo español. Altamira es trending topic en Twitter después de ver a dos funcionarios atrapados en el Paleolítico por una epidemia en el presente. Genial.
Julián (un canallesco Rodolfo Sancho) somos todos nosotros. Su manera de ver y entender la vida y la sociedad representa la forma que tenemos de hacerlo. Amelia, interpretada por Aura Garrido, es la reflexiva, la inteligente del grupo, la cabeza pensante y líder de la patrulla. Y Alonso, el soldado del siglo XVI, el caballeroso luchador nato que siempre aporta las pizcas de españolidad y orgullo por la mermada patria, que en otro tiempo fue tanto mayor.
Curiosas y divertidas son precisamente las escenas de Nacho Fresneda, el actor que encarna a este singular personaje, con el de Hugo Silva, que en la segunda temporada es Pacino, inconformista policía de los ochenta. Merece mucho la pena consultar el llamado diccionario Alonso-Pacino Pacino-Alonso. Las confusiones lingüísticas intertemporales son, cuanto menos, irresistibles.
Y entrañable es el propio Diego de Velázquez, también funcionario del tiempo y completo ególatra obsesionado con aprender de los grandes artistas posteriores a su época («Ni subsecretario ni leches. ¿Cómo se lo tengo que decir? Ya sé que quiere conocer a Picasso, pero no puede ser», le espeta un desesperado Jaime Blanch, cual superintendente de la T.I.A.).
Se aprende, además, muchísimo de la Historia de España, tanto como si la conocemos como si no. Conjugar la Guerra de la Independencia, las preocupaciones teatrales de Cervantes o chistes sobre alemanes y Luis Aragonés no es tarea fácil cuando se combinan tan magistralmente con esas continuas referencias a las arraigadas costumbres de nuestros siglos veinte y veintiuno. Quizá donde más decaiga esta ficción sea en la propia explicación sobre cómo viajar en el tiempo y cómo comunicarse entre las diferentes épocas pero, como decimos, ‘El Ministerio’ es, tan solo, una ficción.
Texto de SERGIO SÁNCHEZ.