Ubén había sido educado por su maestro Kyotso. Un día el alumno, que acababa de ver morir a un hombre aquejado de cáncer, le preguntó: «Maestro, ¿qué debería decirle al médico si me dijera que me queda sólo un día de vida?».
Kyotso no se mostró sorprendido por la pregunta y respondió sin meditar: «Que en un día está contenida la eternidad».
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El alumno Iku Dazai le preguntó una vez a Kyotso: «Maestro, ¿cuál es el sentido de la vida?». El maestro, muy enfadado por la pregunta, le dio sendos golpes en los hombros con una varilla de bambú y exclamó: «¡La vida es el sentido!».
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Otro día fue el alumno Sogi Kun quien le hizo idéntica pregunta. Sabido era que Kyotso nunca respondía del mismo modo a una misma pregunta. «Maestro, ¿cuál es el sentido de la vida?».
Esta vez el maestro no se enfadó, sino que respondió dibujando una sonrisa en sus labios: «El único sentido de la vida es aprender a morir».
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Un día el discípulo Oshi Yanu le preguntó a Kyotso: «Venerable guía, tengo una duda que me inquieta. ¿Está todo el porvenir escrito o somos nosotros, día a día, los que lo escribimos?». Kyotso le echó una mirada terrible de desaprobación, le dio un golpe en la cara con la mano abierta y le dijo: «¿Estaba escrito que tenía que darte ahora una bofetada o ha sido tu pregunta lo que lo ha motivado?»
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Cuando el alumno Mo Suhi llegó apresuradamente a preguntarle a Kyotso cuánto tiempo podría costarle conseguir la iluminación, el maestro muy sutilmente le dijo: «O la consigues ahora mismo, o no la conseguirás jamás». Y se fue.
Por Antonio Gómez Hueso.